Deborah Menzies vivió casi 50 años sin respuestas claras sobre su salud. Desde niña, enfrentó episodios de risa incontrolable, convulsiones y problemas de memoria que marcaron su vida personal y profesional. Sin embargo, en 2018, a los 55 años y tras un intento de suicidio frustrado en el puente Golden Gate, su vida dio un giro inesperado.
Durante su hospitalización en San Francisco, un equipo médico revisó su historial y descubrió la causa subyacente: un hamartoma hipotalámico (HH), un crecimiento benigno en el cerebro que afecta funciones clave como el estado de ánimo y la memoria. Este diagnóstico, que llegó tras décadas de pruebas inadecuadas, confirmó que las “convulsiones gelásticas” y otros síntomas estaban relacionados con esta rara condición.
El tratamiento que cambió su vida
En 2019, Menzies fue sometida a una ablación térmica con láser, una técnica innovadora y mínimamente invasiva. La cirugía eliminó el tumor y puso fin a las convulsiones que habían definido su vida. Aunque enfrentó desafíos durante la recuperación, su calidad de vida mejoró drásticamente, superando incluso su depresión.
“Me cambió la vida”, afirmó. Ahora, a los 61 años, Menzies comparte su historia con la esperanza de que otros puedan recibir un diagnóstico temprano y evitar el sufrimiento que ella atravesó.

Un llamado a la detección temprana
El caso de Menzies resalta la importancia de una evaluación médica exhaustiva cuando los tratamientos convencionales no dan resultados. Según expertos, condiciones como el HH pueden permanecer sin diagnosticar durante años si no se realizan pruebas especializadas, como resonancias magnéticas avanzadas.
“Si las convulsiones persisten, es crucial buscar una segunda opinión”, subrayó su médico, el neurólogo Paul García.
El testimonio de Menzies es un recordatorio poderoso de cómo un diagnóstico tardío puede impactar toda una vida, y su valentía al compartirlo podría ser la clave para transformar el futuro de otros.