El reciente asesinato de Kim Gómez en La Plata ha generado una conmoción social profunda, pero la respuesta del gobernador Axel Kicillof ante esta tragedia ha sido una vez más un despliegue de acusaciones y confrontaciones políticas, lejos de un plan concreto para abordar la grave crisis de seguridad que azota la provincia. Mientras la gente sigue muriendo y la violencia avanza sin freno, Kicillof se empecina en un juego político berreta, utilizando el tema de la inseguridad como un escenario de enfrentamiento electoral, en lugar de centrarse en lo realmente urgente: la seguridad de los bonaerenses.
La situación en la provincia es insostenible. El reclamo social por la falta de respuesta frente al aumento de delitos, especialmente en el Conurbano, ha crecido de forma alarmante. Sin embargo, lo que se ve desde el gobierno provincial es un intento por desviar la atención hacia disputas políticas estériles, mientras la gente sigue siendo víctima de la violencia. En lugar de ofrecer soluciones reales y trabajar en conjunto con el gobierno nacional, Kicillof prefiere seguir apostando a la confrontación con la Casa Rosada, como ocurrió en su reciente intervención tras el caso de Kim Gómez.

El gobernador no solo ha eludido su responsabilidad directa en la gestión de la seguridad, sino que ha preferido lanzar acusaciones sin sustancia contra el gobierno nacional. En lugar de abordar la crisis de manera seria, Kicillof se ha refugiado en la retórica de la “grieta”, un discurso que divide y enfrenta en lugar de unir fuerzas para enfrentar el problema de fondo. En sus declaraciones, ha buscado culpar a la Nación por la falta de recursos, a la vez que planteó teorías de operaciones desestabilizantes y acusaciones contra el Presidente de la Nación, todo ello mientras la seguridad de los bonaerenses sigue siendo un tema relegado a un segundo plano.

Este tipo de actitud no es nueva en la política argentina, pero resulta más que preocupante cuando se trata de la seguridad de la mayor provincia del país. Mientras Kicillof y Milei continúan su guerra política, los habitantes de la Provincia de Buenos Aires siguen viviendo con miedo. La creciente violencia, la impunidad y la inacción del gobierno provincial no solo generan desesperanza, sino que también dejan claro que la prioridad de los líderes políticos no está en resolver los problemas cotidianos de la gente, sino en ganar puntos en la arena electoral.

El rechazo a las propuestas de intervención federal, como lo sugirió la presidencia, pone aún más en evidencia la falta de compromiso de Kicillof con la seguridad. En lugar de analizar soluciones efectivas, la respuesta del gobernador se reduce a más confrontación, más discursos vacíos y menos acción concreta. Este tipo de prácticas políticas no hacen más que profundizar la crisis de inseguridad, al desviar la atención de lo verdaderamente importante: la vida de las personas.

Mientras tanto, las encuestas siguen mostrando que la inseguridad es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos. Sin embargo, el gobernador parece no escuchar, prefiriendo atacar a sus oponentes políticos en lugar de fortalecer la seguridad y mejorar las condiciones de vida en la provincia. La seguridad no debe ser un tema de campaña electoral, debe ser una prioridad, una responsabilidad del Estado que Kicillof está eludiendo al seguir con esta política de confrontación que no le sirve a nadie, y mucho menos a los habitantes de la provincia que sufren a diario las consecuencias de la violencia.

La sociedad bonaerense merece respuestas, no más peleas políticas. La provincia necesita un líder que, en lugar de buscar culpables, se enfoque en lo que realmente importa: garantizar la seguridad de todos sus habitantes. Mientras las tragedias siguen ocurriendo, los juegos políticos solo empeoran la situación, dejando claro que, para muchos de nuestros gobernantes, lo importante es la política, no la gente.