En medio de una crisis económica que golpea a millones de argentinos, una nueva polémica estalló esta semana por los dichos de la diputada nacional Juliana Santillán, del bloque de La Libertad Avanza, quien aseguró que la canasta básica para una familia tipo cuesta $360.000. La cifra, absolutamente alejada de la realidad, provocó una ola de críticas y dejó en evidencia el nivel de desconexión de algunos representantes con la vida cotidiana de quienes los votaron.
Mientras los hogares pelean todos los días para estirar sueldos, jubilaciones y changas, Santillán sostuvo esa insólita estimación en una entrevista donde, además, intentó justificar el congelamiento salarial en el Hospital Garrahan. Como si eso no fuera suficiente, usó esa cifra para restarle importancia a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores de la salud.
❌ Los números reales
Basta con acudir a los datos oficiales para desmentirla. El propio INDEC informó que, en abril de 2025, una familia tipo necesitó $1.033.716 para no ser pobre y $453.384 para no caer en la indigencia. Entonces, ¿de dónde saca Santillán sus cifras? ¿Qué familia argentina logra cubrir vivienda, alimentos, transporte, servicios, salud, educación y vestimenta con $360.000 al mes?
Esa cifra ni siquiera alcanza para cubrir los alimentos de cuatro personas, según las estimaciones oficiales. Y mucho menos contempla alquiler, tarifas o medicamentos. La canasta básica total (CBT) no es un invento político: es un indicador técnico que mide las necesidades mínimas de un hogar. Ignorarla no es una opinión: es desinformar.
⚠️ Indiferencia o provocación
En tiempos donde las tarifas aumentan mes a mes, donde miles de familias viven por debajo de la línea de pobreza, donde los comedores populares no dan abasto, las declaraciones de Santillán no sólo resultan ofensivas. También son peligrosas. Porque justifican el ajuste, minimizan el sufrimiento real y naturalizan una pobreza que los funcionarios deberían combatir, no negar.
A estas alturas, no se trata solo de una declaración aislada. Se trata de una forma de hacer política donde los representantes viven en una burbuja que poco tiene que ver con la realidad de la gente.