Miles de vecinos y trabajadores quedaron varados por piquetes impulsados por sectores kirchneristas y peronistas, tras la ratificación de la condena a la ex presidenta en la causa Vialidad. Los disturbios incluyeron daños a bienes de empleados de medios de comunicación.
El fallo de la Corte Suprema que confirmó la condena por corrupción contra Cristina Fernández de Kirchner generó una inmediata reacción de agrupaciones kirchneristas, sindicatos y movimientos sociales. Lo que comenzó como una movilización política se transformó en una jornada caótica que perjudicó directamente a miles de trabajadores.
Desde temprano, militantes coparon accesos clave al AMBA, cortando la autopista Buenos Aires-La Plata, el Puente Pueyrredón, la General Paz y diversas avenidas porteñas. A lo largo del día, también se registraron marchas que bloquearon el tránsito en el microcentro y zonas comerciales.
🚧 El impacto: calles tomadas y trabajadores paralizados
Familias, laburantes y comerciantes fueron los principales perjudicados. Muchas personas no pudieron llegar a sus trabajos o tardaron horas en regresar a sus hogares, sin transporte público y sin rutas alternativas. Las demoras colapsaron el tránsito y generaron un malestar generalizado.
“Siempre lo mismo, protestan y el que pierde es el que va a laburar”, se quejó un chofer de reparto en medio del embotellamiento en Avellaneda.

🔥 Daños a bienes privados y públicos
Durante la movilización, se registraron incidentes y destrozos en la vía pública. En uno de los episodios más indignantes, un grupo de militantes kirchneristas ingresó al edificio de Todo Noticias (TN), donde rompieron bicicletas pertenecientes a trabajadores del canal. El hecho fue repudiado por periodistas y gremios de prensa.

Además, en zonas céntricas, hubo contenedores volcados, veredas dañadas y estructuras públicas vandalizadas, repitiendo un patrón ya visto en movilizaciones anteriores.
💸 ¿Quién paga los costos?
El operativo de seguridad y las reparaciones urbanas implican costos millonarios que salen del presupuesto público. Pero el daño más profundo fue el simbólico: la protesta política se convirtió en un atropello al ciudadano común, ajeno a las disputas judiciales y políticas.
Mientras un sector defiende a su líder condenada, miles de trabajadores ven vulnerado su derecho a circular, trabajar y volver a casa. La democracia permite protestar, pero no a costa del pueblo que trabaja.