Abel Fernández, nuestro vecino matheuense de 97 años, nos trae otra de sus anécdotas de su vida como Ferroviario.
Para remolcar estos trenes siempre se usó la locomotora 191, “La Emperatriz”, salvo en la década del ’50, que ya llegaron las locomotoras diésel eléctricas: una Baldwin de la línea Roca, toda blanca, muy bonita, y a estos trenes se le colocaba al frente el escudo argentino.
La estación Retiro de punta en blanco, prolija al extremo, el tren estacionado en la plataforma nueve fuera de la techada. Llegó la máquina, personal de conducción del Roca e inspector de máquina también. Al llegar la locomotora, advirtieron que el chapón del frente podía tocar el tercer riel, y urgente con soldadura autógena se efectuó un corte de cada lado a tiempo, y pasó el sofocón.
Partió el tren rápido a Rosario, y pasado Galvez el tren debía pasar a marcha lenta en las estaciones, para que el pueblo viera y saludara a Perón.
En Hersilia, como en las demás estaciones, la vía libre no se colocaba en el canjeador, pues éste, al estar en uso, se abría y quedaba cerca del tren. El atormentado y miedoso Cayetano Fagiani, a cargo de la estación, tropezó de puro miedoso y no le alcanzó el libre al maquinista. El tren se detuvo, y la guardia se vio en apuros por impedir que los vecinos se subieran al tren. Fagiani, repuesto, alcanzó la vía libre y el tren prosiguió su marcha, pero el empleado, a la calle. Se supuso un complot.
Después de un tiempo, y averiguado los antecedentes hasta la quinta generación, fue puesto nuevamente en servicio. Ya en la sección urbana Cayetano me comentó el caso, y se jubiló un tiempo después que yo, siendo ayudante del jefe del Departamento de Tráfico.
Abel Fernández