Más allá del blanco y negro: cómo ven realmente los animales el mundo que los rodea

La clave está en la biología ocular. Según distintos estudios, como los difundidos por medios especializados como Popular Science y The Conversation, las diferencias visuales entre especies se deben a los tipos de células fotorreceptoras —conos y bastones— presentes en la retina. La cantidad y el tipo de conos determinan qué colores puede captar cada especie y con qué nivel de precisión.

Por ejemplo, en el caso de los perros, se ha comprobado que no ven únicamente en blanco y negro, como se pensaba. Poseen dos tipos de conos que les permiten distinguir ciertos colores, particularmente el azul y el amarillo. Lo que no pueden ver es la gama del rojo y el verde, lo que puede hacer que, en su visión, una pelota naranja sobre el pasto se confunda con el entorno, mientras que una pelota azul se distingue con claridad.

Este tipo de investigaciones se apoyan en experimentos concretos. Se ha entrenado a perros a interactuar con discos de colores para recibir una recompensa, y a partir de su comportamiento se determinó cuáles tonalidades pueden diferenciar.

Además, los perros tienen una ventaja notable en la visión nocturna. Su retina posee una mayor cantidad de bastones (células especializadas en captar luz tenue) y una estructura conocida como tapetum lucidum, que actúa como un espejo para intensificar la luz en condiciones de oscuridad. Esta estructura es la responsable de ese brillo que reflejan sus ojos cuando se les ilumina de noche.

Otras especies van mucho más allá. Las mariposas, por ejemplo, son capaces de ver luz ultravioleta, gracias a conos adicionales que captan longitudes de onda invisibles para los seres humanos. Algo similar ocurre con las abejas, muchas aves y hasta con el camarón mantis, que tiene uno de los sistemas visuales más complejos conocidos.

Por supuesto, hay especies que efectivamente ven en blanco y negro o en una escala de grises. Delfines, focas, hámsteres, ballenas y ciertos peces desarrollaron una visión acromática —es decir, sin percepción de colores— como una adaptación a ambientes de muy baja luminosidad, como los fondos marinos o la vida nocturna. Pero lejos de representar una desventaja, su evolución potenció otros sentidos que les permiten sobrevivir con eficiencia.

También hay que considerar que la percepción del color no depende únicamente del ojo, sino también del procesamiento cerebral. Colores como el rosa o el marrón, por ejemplo, no existen como longitudes de onda puras en el espectro de luz, sino que son interpretaciones del cerebro humano a partir de combinaciones específicas de estímulos.

En definitiva, el mundo visual de los animales es mucho más diverso y sorprendente de lo que se creía. Y si bien algunos ven menos colores que nosotros, otros ven cosas que jamás podríamos imaginar.

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