Un nuevo estudio internacional alerta sobre una preocupante relación recíproca entre el uso excesivo de pantallas —especialmente videojuegos— y el desarrollo de trastornos emocionales en niños y niñas. Según la investigación, los menores con ansiedad, depresión o conductas disruptivas tienden a refugiarse en las pantallas para escapar de su malestar, pero esa conducta, lejos de ayudarlos, termina intensificando los síntomas.
El informe fue publicado este 9 de junio en la revista científica Psychological Bulletin, y se basa en el análisis conjunto de 117 estudios que incluyen datos de más de 292.000 niños de distintos países. La revisión estuvo a cargo de un equipo encabezado por el psicólogo Michael Noetel, profesor asociado de la Universidad de Queensland, en Australia.
“Encontramos que un mayor tiempo frente a las pantallas puede derivar en problemas emocionales y conductuales, y que los chicos que ya tienen esas dificultades recurren con mayor frecuencia a las pantallas para sobrellevarlas”, explicó Noetel.
Videojuegos, los más asociados al impacto negativo
El uso de pantallas con fines educativos o recreativos no mostró una relación significativa con el desarrollo emocional. Pero sí se observaron efectos más severos cuando el uso estaba centrado en videojuegos, en especial si estos funcionaban como forma de evasión emocional.
Entre los efectos más frecuentes se detectaron síntomas de ansiedad, depresión, agresividad e hiperactividad. Además, el estudio detectó que el grupo etario más vulnerable es el de los chicos de entre 6 y 10 años.
También se identificaron diferencias por género: mientras que las niñas tendieron a presentar más síntomas emocionales asociados al uso excesivo de pantallas, los varones fueron más propensos a incrementar el tiempo frente a ellas como forma de escape ante conflictos emocionales o conductuales.
Un llamado de atención a padres y cuidadores
Los autores del estudio sugieren que el uso excesivo de pantallas por parte de un niño o niña no debe ser visto solo como una mala costumbre, sino también como una posible señal de alerta.
“Los padres pueden considerar el uso intensivo de pantallas como una manifestación de un malestar emocional no verbalizado. Es importante no solo establecer límites, sino también ofrecer contención, escucha y alternativas saludables”, sostuvo Noetel.
¿Qué falta para probar la relación causal?
Aunque los resultados son consistentes, el equipo investigador advirtió que todavía no se puede afirmar con certeza que el uso de pantallas sea la causa directa de los problemas emocionales. Existen otras variables —como el estilo de crianza, el contexto social o la dinámica familiar— que también podrían influir en ambos factores.
“Es lo más cerca que podemos llegar a establecer una relación causal sin hacer ensayos clínicos que impliquen privar aleatoriamente a miles de chicos del uso de pantallas”, explicó el autor.
Lo cierto es que, con base en este análisis masivo de datos, el uso excesivo de pantallas en la infancia ya no puede considerarse inocuo. Más bien, se convierte en un fenómeno que merece ser comprendido desde una perspectiva integral de la salud mental y el desarrollo infantil.
Fuente: Infobae