Otra entrega de las memorias de la vida ferroviaria de nuestro vecino matheuense de 97 años, Abel Fernández.
Esto me relató el protagonista de esta historia increíble: para el tiempo de la zafra, se reforzaban los planteles de personal de conducción en Tucumán, llevando maquinistas y foguistas de otros lugares.
Siendo el foguista en San Martin, Carlos López -así se llamaba el protagonista de esta anécdota-, marchó con otros compañeros. Por tratarse de personal eventual se le asignaban tareas de acuerdo a la necesidad. Un día, siendo el primero en la lista, fue llamado. Tomó el servicio de las 16:30, como titular del tren 8 a la Banda. Este tren, al que llamaban el Celofán, pues sus coches se cerraban herméticamente y no entraba tierra, era por ese momento el más importante.
Se presentó en el galpón, le asignaron la locomotora N°178, revisó petróleo, agua, completó el lubrificador y, con la presión ideal, López quedó en espera de su compañero. Se presentó el cambista y le dijo “vamos al tren, su socio llega sobre la hora”. Completaron la maniobra, probó el freno, y llegó el maquinista, Raymundo (más no se de él). Se sentó en el banco donde viaja el maquinista y se durmió. En ese momento, el titular de la maniobra corrió, le sacó la faja y lo ató al barrote que hacía de pasamano en la locomotora.
Se produjo el despacho, volvió, cruzó el regulador y le dijo “no te asustes pibe, hasta La Banda tenés todo bajo”. López me contaba lo que sufrió en ese viaje solo: “Yo sé, atender señales, el canjeador de la vía, que no faltara vapor… fue un suplicio, faltando una o dos estaciones despertó, se desató, condujo lo que restaba, frenó correctamente, y como llegó se marchó sin saludar. No me explico cómo al pasar por las estaciones lo verían dormido”. Nadie habló, o era algo común con su compañero habitual. “Fijáte, Abel”, me decía, “si de ocurrir una demora o un accidente, toda la responsabilidad era mía. Si lo denunciaba, me ponía toda La Fraternidad encima, y callando debía afrontar el costo de mi silencio”. “Felizmente, nunca más me tocó ser su compañero de viaje”, finalizó.
Abel Fernández