El matheuense Abel Fernández nos trae otra anécdota de su vida como Ferroviario.
Este brebaje, que por lo general a todos nos gusta, y que, bebido en cantidades, ha sido el causante de muchos accidentes, no podía faltar en el FC y en la gente del norte. Citaré algunos casos en los que debí actuar, siendo jefe en Control Trenes.
Una vez, por la tarde, llegaba un tren a Matheu y, de regreso a Victoria, las estaciones entregaban la recaudación en una caja con trampa donde caía la bolsa, que entregaba el jefe en presencia del guarda a cargo y un empleado de vigilancia. Fue el jefe con la recaudación, y el guarda no estaba, no aparecía.
Despaché el tren y di el aviso a las estaciones afectadas y a tesorería, y al rato dice el jefe de Matheu: “llegó Jiménez borracho, no se tenía en pie”. “Jefe, llame a la policía y mándelo preso por ebriedad y abandono de servicio”, le respondí. “No puedo, Fernández, no puedo asumir ese compromiso”, respondió. “Yo lo asumo”, le dije. “No, Fernández”. “Deme con el empleado de vigilancia, detenga al guarda y llévelo a la comisaría”, solicité. “No me corresponde”, finalizó.
Lo llamó al jefe con asiento en Retiro, y lean qué diálogo tan serio entre subalterno y jefe: “¡Hola Papá! ¿Qué te pasa?”. “Papá, el jefe de trenes me ordena que lleve el guarda borracho a la comisaría”. “No, que se arregle el jefe de la estación. Dejálos y venite”, le respondió el superior. “Chau papá, ahí voy, la plata no se juntó”, continuó. “Bueno, no te interesa. Venite”, finalizó. El guarda, ausente. Pero al día subsiguiente, como si nada…
En otra oportunidad, en Zárate, en un tren de carga el maquinista estaba borracho, y el cambista dice “yo no hago maniobras con este hombre”. Y si no lo para el pre conductor, se mete en la vía principal.
Lo expuesto explica por qué los empleados no quieren actuar en los casos donde hay personal ebrio: se les pasa la borrachera y, si no han provocado ningún accidente, siguen como si nada.
Abel Fernández
