Se hace camino al andar: Patagonia, en primera persona

“Y, un día, comencé a contar mis vivencias, mis sentires, a lo largo de los caminos del país, de Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil… Historias que la profesión me regaló, junto a muchos”.


Mi nombre es Raquel, tengo varios apodos, aunque… arranquemos serio. Soy Guía Nacional de Turismo con 40 años ya de recibida, habitando la Patagonia, específicamente Bariloche, Río Negro y Cholila, en Chubut, pero, para empezar a marearlos, no estoy en ninguno de ellos ya que trabajo en Isla Victoria, Neuquén. Territorio isleño rodeado por el majestuoso lago de origen glaciario Nahuel Huapi.

En las horas de disfrute, caminatas, contemplación y valoración de la naturaleza pensé ¿Y cómo hago para “mostrar” para “pintar” cada territorio que tengo el privilegio de pisar y conocer? Ahí pensé en Nuevo Digital de Escobar, hablé con mi amiga Roxana, y le tiré la idea: ¡Claro que sí! y ¡acá estamos!

Abrimos la tranquera de “Se hace camino al andar” ¿Vienen conmigo?

Patagonia Argentina, región mágica, lindera al norte con la provincia de Buenos Aires o La Pampa, según nuevas modalidades de integración de la región. Hago la aclaración pues también existe Patagonia Chilena, y prefiero ser cuidadosa.

El vocablo ya produce un magnetismo difícil de explicar, ampliado por sus regiones boscosas, montañosas, lugar preferido de duendes y hadas (que lindo una pizca de niñez en medio de tanto dolor del mundo adulto ¿verdad?), diferenciada especialmente por accidentes geográficos bien notables y definidos. Mirando la fina figura de América Latina, hasta el confín más austral del mundo, Ushuaia, se puede señalar, al oeste, la Cordillera de los Andes, imponente, bella, casi inexplorada por su tremenda vastedad. Refugio de muchísimas especies de flora y fauna que emocionan y que engalanan la piedra, la roca, los valles, los socavones, los ríos y sus escarpadas pendientes, algunas con hielos eternos, otras, blanqueado, y luego exponiendo sus dibujos naturales al sol. Según la época, blancas; ocres al florecer los bosques de lengas; amarillas al despuntar de la mañana, y tornasoladas al atardecer que enamora ¡y cómo!

Qué contar de sus lagos, ventisqueros, mallines, lagunas altas, metidas en los cerros y bajas, son kilómetros y kilómetros de belleza solitaria, aunque también caminada por pocos, pero bravos aventureros, buscando asentarse y encontrar cobijo, un hogar. Cabañas construidas de madera con vistas imponentes a los lagos y ríos o las montañas y valles que casi todos hemos soñado, dormidos y despiertos.

También es, en medio de su silueta, extensa, maravillosa y virgen meseta, territorio que parece sin tanto, a la vera de los exuberantes bosques, más posee bellezas que calan hondo a quien sabe ver, apreciar y descubrir cada metro de sus inmensos mallines, sus subidas y bajadas, los rojizos y verdes, los claros y marrones de sus bardas según el mineral predominante, la vegetación baja pero persistente, aguantadora y firme por los vientos que suelen ser muy bravos, y por supuesto fauna preciosa y característica, acostumbrada a las intensidades y a ver allá a lo lejos si algo o alguien viene, porque en su mayoría se encuentra virgen, poco habitada, algún arriero y sus ovejas, que pastando caminan y caminan, ya saben, ¡el arriero va!

En la silueta de la Patagonia, más amplia hacia el norte y centro, y afinándose en su camino al sur, llegando a Tierra del Fuego, la meseta sería la región del medio, que como en la hermandad, se suele decir que es la que más sufre, vaya uno a saber por qué. ¿Quién lo sabe?

Y, por último, la región del Este, que es la costa marítima: rica, escarpada y con playas azotadas por el sonido incansable del mar, sus vientos húmedos, y su subiente o bajante de la marea.

Cada región, inmensamente rica, productiva, con características únicas, propias e identificables para quienes las hemos recorrido y las recorren, por turismo, trabajo, transporte de mercaderías, o al servicio de quienes están lejos de lo más lejos. Ya hablaremos de cada personaje que llega a los pueblos y sus anécdotas.

Desde la “pancita” de la provincia de Buenos Aires hacia el último centímetro de la Tierra del Fuego.

PATAGONIA.

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