¿Hacemos nada o hacemos algo?

Columna de opinión y reflexión, escrita por Claudio Valerio.


“En boca cerrada no entran moscas” es un viejo proverbio, y que es esencial recordarlo en el transcurrir de nuestra vida; y esto es porque todo cuanto digamos y el cómo lo hagamos se tiene en cuenta y, además, puede hacer la diferencia entre un ascenso o descenso de cómo se nos ve.

Quienes crean que las acciones en el transcurrir diario son inmutables están errados, ya que nunca, bajo ninguna excepción, va a no ser tenido presente.

¿Cuántas muestras de amor al prójimo realizamos en el día a día? ¿Qué hemos hecho nosotros durante nuestra caminata por la vida? ¿En que hemos empeñado los talentos que hemos recibido? ¿Cuál ha sido nuestro propósito espiritual?

“Si lo que vamos a decir no es más hermoso que el silencio, no abramos la boca”.

Muchas veces pasamos días, meses y años diciendo que somos buenas personas, pero, nunca brillamos como luz del mundo. ¿Cómo es nuestro despertar si nos encontramos frente a un delicioso desayuno realizado con amor para nosotros?

Cuando nos invitan a una reunión empresaria, aceptamos con mucho gusto. Cuando nos convidan a un “paseo misionero”, somos los primeros en decir “sí”.

Cuando nos buscan para un paseo para comer helado, una noche de pizza, una cena de enamorados, exultamos de goce y decimos: “Sí, sí, sí”. Cuando, rumbo nuestro trabajo, con respeto nos saludan y, ya en el mismo, algún colega reconoce nuestro esfuerzo y nos felicita en público, respondemos con honestidad y alegría nuestra felicidad.

Pero, no todo es así; cuando somos convocados para un día comunitario en cualquier lugar o bien en la plaza principal, estamos ocupados, estamos cansados; buscamos excusas como que el día está muy caluroso, está lloviendo, o decimos que tenemos otros compromisos… Nuestras vidas espirituales están petrificadas, nuestros corazones están petrificados; nuestra lámpara está sin aceite, apagada, nuestra vida está petrificada… Y es así que nuestra vida se torna triste y no podemos ser llamados “buenas personas”.

Yo no querría avergonzarme, no quiero tornarme piedra, no quiero fingir que soy buena persona. Yo estoy vivo, y quiero regocijarme de felicidad, quiero impartir todo lo maravilloso que he recibido de la vida. Y, en tu caso, ¿Estás vivo o ya estás petrificado?

Claudio Valerio.

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